domingo, 9 de agosto de 2015

El Lazarillo de Tormes

Carta 1


Maqueda, 9 de agosto del 2015


Querido ciego:

Primero, le escribo desde Maqueda, comentándole que he conseguido otro amo. Sé que pudimos no habernos despedido en los mejores términos, pero espero hacerle entender que mi última acción la hice luego de haber recibido muchos maltratos de su parte. Por ejemplo: luego de descubrir que bebía un poco de su vino, ya que tenía mucha hambre y sed, usted hizo lo siguiente: "...Cogiendo con entrambas manos el dulce y amargo recipiente, lo dejó caer sobre mi boca con tanta fuerza que el pobre Lázaro (...) sintió de veras que le había caído encima el cielo con todo lo que hay en él." (Anónimo, 2000, p. 17) Disculpe si en ocasiones me refiero a mí mismo en tercera persona, pues usted bien sabe que esa es una de mis costumbres. 

Ojalá entienda que no espero una respuesta. Es más, no sé si estará en capacidades de redactar una, pues lo dejé la verdad, en una mala condición. Aprovecho para disculparme por eso, pero ya le expliqué mis motivos. Ahora, lo que deseaba con todo mi ser, es expresar mis sentimientos y decirle que lo perdono. Sé que un hombre como usted no es emotivo, pero quizá pueda comprender los males de sus acciones, pues si Dios lo dispone así, tal vez otro niño esté buscando un amo, y temo que sufra lo que yo alguna vez sufrí en su cuidado. No soy quien para juzgar, eso lo hace el Señor, pero me gustaría que recapacitara y pida disculpas por lo que ha hecho. Sé, también y como ya mencioné, que no soy el mejor ejemplo de persona. Pues, es cierto, en algún momento le deseé y cometí mal en su contra. Luego de abandonarlo en el pilar, me dije: "Lo dejé en compañía de mucha gente que había acudido en su socorro (...) No tuve más noticia de lo que Dios dispuso de él ni me preocupó saberlo." (Anónimo, 2000, p. 23) Con toda mi alma, me retracto de mis palabras, ya que son duras y malintencionadas. Espero, que se encuentre muy bien de salud y emocionalmente. 

Dejando mis reflexiones de lado, deseo contarle lo que estoy viviendo. Tal vez, luego de leer los párrafos anteriores, su percepción de mí y en general, de la vida, haya cambiando, entonces pueda interesarse por lo que estoy pasando. Resulta que "...me topé con un clérigo que, cuando le pedí limosna, me preguntó si sabía ayudar a misa. Yo le dije que sí (...) En fin, el clérigo me tomó a su servicio" (Anónimo, 2000, p. 25) Para ser sincero, tampoco con él me siento a gusto, pero no me grita tanto. Lo que sí, estoy sufriendo con el alimento. He estado robando pan, Dios me perdone, pero es la única manera de seguir viviendo. Cuando un calderero llegó, le pedí una llave para el arcón donde está guardado el delicioso y tentativo pan. Obviamente, mi amo no está consciente de eso. Ojalá el clérigo no se de cuenta, pues hasta el momento piensa que los ratones son los culpables. Según él, no comemos mucho por su estado de sacerdote. "Pero el miserable mentía; porque en los funerales que rezábamos, a costa ajena comía como lobo y bebía más que un curandero." (Anónimo, 2000, p. 27) He pensado en escapar, pero en tiempos como el de ahora, puedo encontrar una vida aún peor.

Seguro también se habrá fijado del dibujo que viene junto con esta carta. Es que deseaba que me recuerde de buena manera, y bueno, especialmente, que me recuerde. Aunque no lo haya dicho, también estoy agradecido con usted, pues me enseñó que la vida no es tan justa. Y para sobrevivir, debo hacer que ciertas cualidades, o defectos, aparezcan en mí. Lo siento si el dibujo no es el mejor, porque bien sabe que mis dotes con el lápiz no son como desearía. Ahora, toca el momento de la despedida.

Con cariño y respeto,
Lázaro


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